En la mente de muchas personas, lo justo es que cada uno reciba exactamente lo que se merece. Si Dios fuera completamente "justo", según esta definición, todos pasaríamos la eternidad en el infierno pagando por nuestro pecado, que es exactamente lo que merecemos. Todos hemos pecado contra Dios (Romanos 3:23) y por lo tanto merecemos la muerte eterna (Romanos 6:23). Si recibiéramos "justamente" lo que merecemos, acabaríamos en el lago de fuego (Apocalipsis 20:14-15). Sin embargo, Dios es misericordioso y bueno, por eso envió a Jesucristo a morir en la cruz en nuestro lugar, recibiendo el castigo que merecemos (2 Corintios 5:21). Todo lo que tenemos que hacer es creer en Cristo y seremos salvos, y recibiremos un hogar eterno en el cielo (Juan 3:16). Con el sacrificio de Cristo, Dios mantiene Su "imparcialidad" en cuanto a que el pecado recibe el castigo adecuado.