Sapere_Aude
Madmaxista
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Sigo con la serie de hilos sobre la conferencia de Harry Oldemadow titulada "La tradición traicionada: los falsos profetas del modernismo (Darwin, Marx, Freud y Nietzsche).
Recomiendo leer las cuatro primeras partes antes de esta:
¡Tema mítico! Harry Oldmeadow: Los falsos profetas del modernismo. Parte 1: la crisis de la modernidad - Burbuja.info - Foro de economía
¡Tema mítico! Harry Oldmeadow: Los falsos profetas del modernismo. Parte 2: Charles Darwin - Burbuja.info - Foro de economía
¡Tema mítico! Harry Oldmeadow: Los falsos profetas del modernismo. Parte 3: Karl Marx - Burbuja.info - Foro de economía
¡Tema mítico! Harry Oldmeadow: Los falsos profetas del modernismo. Parte 4: Sigmund Freud - Burbuja.info - Foro de economía
Aunque a Darwin, Marx y Freud se les ha reconocido desde hace mucho tiempo como tres pensadores tremendamente influyentes, en cuyas obras algunas ideas característicamente modernas ofrecen su expresión más dramática y potente, quizá sea momento de añadir el nombre de Friedrich Nietzsche a la lista de falsos profetas de la modernidad. Nietzsche es un caso particularmente problemático, en parte porque su obra está llena de impactantes ideas de tipo casi destructivo. Aquí no puedo hacer más que señalar resumidamente su peculiar papel en el desarrollo del pensamiento moderno.
Nietzsche es más conocido por su anuncio de la “muerte de Dios”, con lo que quería decir que los cimientos de la cosmovisión religiosa habían ya colapsado y que ningún intelectual que se considerara tal podía ya subscribirse a la creencia en Dios. Aquí lo tienen bramando contra cualquier concepción tradicional y religiosa:
La “Ley”, la “voluntad de Dios”, el “libro sagrado”, la “inspiración” – meras palabras para las condiciones en las que el sacerdote llega al poder, mediante las cuales mantiene su poder – estos conceptos se encuentran en la base de todas las organizaciones sacerdotales, de todas las estructuras de poder sacerdotales o filosófico-sacerdotales. La “mentira sagrada” – común a Confucio, las Leyes de Manu, Mahoma, la Iglesia Católica –: tampoco falta en Platón. “La verdad existe”: esto quiere decir que, siempre que se escuche esto, el sacerdote está mintiendo... [1]
Nietzsche también puso una bomba de relojería bajo toda idea de Verdad objetiva; su legado filosófico ha producido sus frutos más ácidos, un siglo después de su muerte, en todo el relativismo del pensamiento pospodernista, como el que se encuentra en las obras de personajes como Jacques Derrida y Michel Foucault, por mencionar sólo dos de los supuestos oráculos parisinos, aquellos “monjes de la negación” cuyas obras han ejercido tan corrosivo efecto en la Academia durante las últimas tres décadas. Algunos de ustedes conocerán otros leitmotivs de la obra de Nietzsche – sus hirientes ataques hacia la Cristiandad, y en particular su igualitarismo espiritual; su elogio del Ubermensch, el “Superhombre”, liberado de las ataduras de la agobiante moralidad burguesa, que ejerce su “voluntad de poder” en un “autodominio” heroico; su forma de enviar la filosofía, la metafísica y la ética tradicionales a la papelera de la historia humana. Como ha señalado Schuon sobre Nietzsche, es evidente que hay algo noble en el espíritu de la obra de este afligido genio, particularmente en sus expresiones poéticas, afectadas por “la exteriorización pasional de un fuego interior, pero de una manera que es tanto desviada como demente” [2] – desviación evidente en la peculiar amalgama que Nietzsche hace de Maquiavelo, del romanticismo germano y de un darwinismo despiadado. Lo que le faltaba a este “genio volcánico” era cualquier verdadero criterio intelectual que pudiera haber canalizado su profunda reacción contra la mediocridad de su época en direcciones más provechosas.
Nietzsche es, de hecho, un caso particularmente extraño: mientras celebraba la “muerte de Dios”, al mismo tiempo comprendía algunas de sus más desastrosas consecuencias. Considere, por ejemplo, este famoso fragmento de La gaya ciencia:
“¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar: «¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!». Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. «¿Que a dónde se ha ido Dios? – exclamó –, os lo voy a decir. Lo hemos dado de baja de la suscripción de la vita: ¡vosotros y yo! Todos somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos, cuando desencadenamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde caminará ahora? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos caemos continuamente? ¿Hacia adelante, hacia atrás, hacia los lados, hacia todas partes? ¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos roza el soplo del espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene siempre noche y más noche? ¿No tenemos que encender faroles a mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios?” [3]
Como dijo un representante de la Iglesia Ortodoxa, Metropolitan Anthony Sourzah: “La pérdida de Dios es muerte, desolación, hambre, separación. Todas las tragedias del hombre en una palabra, “impiedad” [N.d.T. Del original “godlessness”; también podría traducirse como “ateísmo”] [4] Nietzsche comprendió esto muy bien – pero no pudo hacer nada por ayudarse a sí mismo, al estar seducido por sus propios delirios sobre el Ubermensch dionisíaco.
[1] de The Anti-Christ (1988), in Philip Novak (ed), The Vision of Nietzsche, Rockport: Element, 1996, 52.
[2] Frithjof Schuon, To Have a Center, Bloomington: World Wisdom, 1990, 15.
[3] de The lgtb Science (1882) en A Nietzsche Reader, ed. R.J. Hollingdale, Harmondsworth: Penguin, 1977, 202-203.
[4] Metropolitan Anthony of Sourzah, God and Man, London: Hodder & Stoughton, 1974, 68.
Recomiendo leer las cuatro primeras partes antes de esta:
¡Tema mítico! Harry Oldmeadow: Los falsos profetas del modernismo. Parte 1: la crisis de la modernidad - Burbuja.info - Foro de economía
¡Tema mítico! Harry Oldmeadow: Los falsos profetas del modernismo. Parte 2: Charles Darwin - Burbuja.info - Foro de economía
¡Tema mítico! Harry Oldmeadow: Los falsos profetas del modernismo. Parte 3: Karl Marx - Burbuja.info - Foro de economía
¡Tema mítico! Harry Oldmeadow: Los falsos profetas del modernismo. Parte 4: Sigmund Freud - Burbuja.info - Foro de economía
Harry Oldmeadow: Los falsos profetas del modernismo. Parte 5: Friedrich Nietzsche
Aunque a Darwin, Marx y Freud se les ha reconocido desde hace mucho tiempo como tres pensadores tremendamente influyentes, en cuyas obras algunas ideas característicamente modernas ofrecen su expresión más dramática y potente, quizá sea momento de añadir el nombre de Friedrich Nietzsche a la lista de falsos profetas de la modernidad. Nietzsche es un caso particularmente problemático, en parte porque su obra está llena de impactantes ideas de tipo casi destructivo. Aquí no puedo hacer más que señalar resumidamente su peculiar papel en el desarrollo del pensamiento moderno.
Nietzsche es más conocido por su anuncio de la “muerte de Dios”, con lo que quería decir que los cimientos de la cosmovisión religiosa habían ya colapsado y que ningún intelectual que se considerara tal podía ya subscribirse a la creencia en Dios. Aquí lo tienen bramando contra cualquier concepción tradicional y religiosa:
La “Ley”, la “voluntad de Dios”, el “libro sagrado”, la “inspiración” – meras palabras para las condiciones en las que el sacerdote llega al poder, mediante las cuales mantiene su poder – estos conceptos se encuentran en la base de todas las organizaciones sacerdotales, de todas las estructuras de poder sacerdotales o filosófico-sacerdotales. La “mentira sagrada” – común a Confucio, las Leyes de Manu, Mahoma, la Iglesia Católica –: tampoco falta en Platón. “La verdad existe”: esto quiere decir que, siempre que se escuche esto, el sacerdote está mintiendo... [1]
Nietzsche también puso una bomba de relojería bajo toda idea de Verdad objetiva; su legado filosófico ha producido sus frutos más ácidos, un siglo después de su muerte, en todo el relativismo del pensamiento pospodernista, como el que se encuentra en las obras de personajes como Jacques Derrida y Michel Foucault, por mencionar sólo dos de los supuestos oráculos parisinos, aquellos “monjes de la negación” cuyas obras han ejercido tan corrosivo efecto en la Academia durante las últimas tres décadas. Algunos de ustedes conocerán otros leitmotivs de la obra de Nietzsche – sus hirientes ataques hacia la Cristiandad, y en particular su igualitarismo espiritual; su elogio del Ubermensch, el “Superhombre”, liberado de las ataduras de la agobiante moralidad burguesa, que ejerce su “voluntad de poder” en un “autodominio” heroico; su forma de enviar la filosofía, la metafísica y la ética tradicionales a la papelera de la historia humana. Como ha señalado Schuon sobre Nietzsche, es evidente que hay algo noble en el espíritu de la obra de este afligido genio, particularmente en sus expresiones poéticas, afectadas por “la exteriorización pasional de un fuego interior, pero de una manera que es tanto desviada como demente” [2] – desviación evidente en la peculiar amalgama que Nietzsche hace de Maquiavelo, del romanticismo germano y de un darwinismo despiadado. Lo que le faltaba a este “genio volcánico” era cualquier verdadero criterio intelectual que pudiera haber canalizado su profunda reacción contra la mediocridad de su época en direcciones más provechosas.
Nietzsche es, de hecho, un caso particularmente extraño: mientras celebraba la “muerte de Dios”, al mismo tiempo comprendía algunas de sus más desastrosas consecuencias. Considere, por ejemplo, este famoso fragmento de La gaya ciencia:
“¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar: «¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!». Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. «¿Que a dónde se ha ido Dios? – exclamó –, os lo voy a decir. Lo hemos dado de baja de la suscripción de la vita: ¡vosotros y yo! Todos somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos prestó la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos, cuando desencadenamos la tierra de su sol? ¿Hacia dónde caminará ahora? ¿Hacia dónde iremos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No nos caemos continuamente? ¿Hacia adelante, hacia atrás, hacia los lados, hacia todas partes? ¿Acaso hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos roza el soplo del espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene siempre noche y más noche? ¿No tenemos que encender faroles a mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios?” [3]
Como dijo un representante de la Iglesia Ortodoxa, Metropolitan Anthony Sourzah: “La pérdida de Dios es muerte, desolación, hambre, separación. Todas las tragedias del hombre en una palabra, “impiedad” [N.d.T. Del original “godlessness”; también podría traducirse como “ateísmo”] [4] Nietzsche comprendió esto muy bien – pero no pudo hacer nada por ayudarse a sí mismo, al estar seducido por sus propios delirios sobre el Ubermensch dionisíaco.
[1] de The Anti-Christ (1988), in Philip Novak (ed), The Vision of Nietzsche, Rockport: Element, 1996, 52.
[2] Frithjof Schuon, To Have a Center, Bloomington: World Wisdom, 1990, 15.
[3] de The lgtb Science (1882) en A Nietzsche Reader, ed. R.J. Hollingdale, Harmondsworth: Penguin, 1977, 202-203.
[4] Metropolitan Anthony of Sourzah, God and Man, London: Hodder & Stoughton, 1974, 68.