Harry Oldmeadow: Los falsos profetas del modernismo. Parte 6: algunas características comunes

Sapere_Aude

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Los falsos profetas de la modernidad.
Parte 6: algunas características comunes


Algunos rasgos compartidos por estos cuatro pensadores (Darwin, Marx, Freud y Nietzsche). Pueden servir como indicadores de algunos de los aspectos más generalizados de la vida intelectual moderna:

Una falsa “originalidad”: cada uno de estos pensadores cree que ha descubierto un secreto desconocido hasta la fecha, una llave que abre los misterios de la condición humana. Para Darwin es el patrón evolucionista que se alimenta de adaptaciones al entorno, mutaciones y la “supervivencia del mejor adaptado”; para Marx, la dialéctica de las fuerzas materiales de la historia; para Freud el impulso sensual con todas las represiones, proyecciones, complejos y neurosis que le acompañan; para Nietzsche, la “voluntad de poder”. Hay una aparente novedad en los escritos de cada uno de estos personajes – de ahí su elevación al panteón del pensamiento moderno, que no aprecia nada tanto como una mal llamada “originalidad”. En realidad, estas ideas aparentemente nuevas, tal y como se encuentran en las obras de estos pensadores, a menudo resultan ser una distorsión de ideas que ya pueden haber estado en circulación durante siglos, milenios incluso. Por medio del ejemplo uno podría aducir las deudas no reconocidas de Freud con la Kabbalah. [1] Las teorizaciones de estos falsos profetas a menudo suponen poco más que la negación, parodia o inversión de doctrinas tradicionales mal entendidas, arrancadas de su marco espiritual y “aplanadas”.

Evolucionismo, progresivismo: en segundo lugar, estos cuatro “profetas de la modernidad” sucumbieron a las ideologías evolucionistas y progresivistas que engendraron un desprecio por el pasado y por nuestros ancestros, y, de hecho, por la misma noción de tradición. Por supuesto, las barbaridades del siglo veinte, que comenzaron en los campos de Flandes, desencantaron a algunos de los más inteligentes apóstoles del Progreso, aunque es verdaderamente notable presenciar la tenaz mordaza que esta idea sentimental todavía produce sobre la intelectualidad de Occidente. El evolucionismo y el progresivismo también se ha inmiscuido en el dominio de la propia religión, evidente en el pensamiento de personas como Teilhard de Chardin, Vivekananda y Aurobindo, por nombrar sólo tres. No es ninguna sorpresa que las consecuencias hayan sido desastrosas.




La idolatría de la Razón: sucumbir a la idolatría de la Razón es también, necesariamente, dar la espalda a las sempiternas fuentes de la es intelectualidad y espiritualidad tradicionales, lo que viene a ser la doctrina y el método espiritual – las históricas Revelaciones que providencialmente se han dirigido a varias colectividades humanas, las tradiciones que emergen de estas Revelaciones, las Escrituras y comentarios de los doctores y sabios de cada tradición, el testimonio de los santos y los místicos. Todo esto que relegado en favor de los prejuicios del momento, en su mayor parte moldeados por aquellas pseudomitologías presentes en cualquier momento particular. En el caso de nuestros cuatro representantes del modernismo podríamos referirnos a las pseudomitologías del evolucionismo, materialismo, psicologismo y relativismo. [2]




El rechazo de Dios: cada uno de estos pensadores deja a Dios fuera de escena. En el caso de Marx, Freud y Nietzsche, la negación es bastante explícita, mientras que en Darwin es más una cuestión de ignorar la pregunta, lo que supone más o menos lo mismo. Son pensadores ateos que atestiguan la verdad de la espantosa premonición de Dostoyevsky, según la cual “sin Dios, todo está permitido” – de nuevo, una idea compartida por Nietzsche. La dimensión trascendente tanto del cosmos como del microcósmico ser humano es eliminada para dejarnos en un mundo completamente horizontal, en el que ya no hay ningún sentido de nuestra dignidad, responsabilidad y libertad como hijos de Dios. En un mundo tal, ya no hay sentido de lo sagrado, de donde podríamos tomar nuestro rumbo espiritual. Nuestras almas claman por pan pero se nos da piedras.




La negación del Hombre: por último, preguntémonos a qué forma de autoconocimiento nos empujan estas pseudomitologías. En cada caso se nos ofrece un retrato escaso y desagradable de la condición humana: el hombre como organismo biológico, como personaje altamente evolucionado cuya función esencial es garantizar la supervivencia de la especie, y cuyo comportamiento está dominado por los férreos dictados de la necesidad biológica; el hombre como animal económico, moldeado por su entorno material y por las impersonales fuerzas de la historia; el ser humano como marioneta de las fuerzas oscueras del ello; el hombre como ganado, mediocre, filtro, menso y crédulo, sólo redimido por el Ubermensch que se atreve a ejercer su voluntad de poder. En vista de estos relatos degradados, reduccionistas y sombríos del ser humano, uno sólo puede preguntar, ¿qué se podria esperar de una criatura así? – a lo que la ineludible respuesta es, ¡no mucho! ¿No es una de las más molestas ironías de la modernidad que estas ideologías tan cacareadas que, se nos repite ad nauseam, nos han emancipado de “los grilletes de la ignorancia y la superstición”, en realidad nos han robado todo lo que es más precioso y codiciado en el ser humano, al negar la Chispa Divina que todos llevamos dentro? Esto, siendo sinceros, es un monstruoso crimen contra Dios y, por lo tanto, contra la humanidad.




[1] ver Whitall Perry, “The Revolt Against Moses”, 17-38.

[2] Frithjof Schuon, Logic and Transcendence, New York: Harper & Row, 1975, 42.
 

xrr

Madmaxista
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En realidad, estas ideas aparentemente nuevas, tal y como se encuentran en las obras de estos pensadores, a menudo resultan ser una distorsión de ideas que ya pueden haber estado en circulación durante siglos, milenios incluso.
Por ejemplo en la propia biblia, dios crea al hombre del barro y le da su aliento. Es decir, que le da al adan primitivo una naturaleza terrena, y después le da una naturaleza divina, trascendente. La naturaleza terrena lleva implícito lo animal. La pulsión sensual, la voluntad de poder. Todo eso está en el subsuelo del cristianismo, del judaismo, del islam etc.
El problema es que al negar la naturaleza divina , lo trascendente de la naturaleza humana, hemos vuelto al subsuelo. Un proceso de involución. Una rápida carrera a la barbarie.

---------- Post added 28-mar-2017 at 20:12 ----------

Bueno, ni siquiera a la barbarie. A las cavernas prehistóricas.
 

BGA

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"Salimos de la Edad Oscura" para entrar en la Edad del Pesimismo.

La serpiente ha vuelto a intentar arrasar con lo poco que queda de nuestra inocencia perdida en el Origen y devuelta por el sacrificio de Cristo al hombre que de algún modo sigue poseyendo el tesoro de esa inocencia que aveces sin saberlo, sin que se de cuenta, le protege de él mismo y de la desesperanza colectiva de un mundo que sabe demasiado de lo que es insignificante y nada de lo que es trascendente.

Creyendo haber descubierto los fundamentos de nuestra liberación, aún estamos preguntándonos si es de día porque hay sol o hay sol porque es de día.