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Digamos que últimamente, y en contra de mi voluntad, estoy coincidiendo con muchos sevillanos de lo que podríamos denominar “alta sociedad” o al menos así les gusta considerarse a ellos, y he visto la mayor miseria jovenlandesal que jamás me hubiera imaginado.
De puertas para fuera todo es maravilloso, gente con muy buena pinta, muy bien vestidos, católicos, con aparentemente muy buenos valores, tías guapísimas y con pinta de decentes. Vamos, el sueño de cualquiera, pero empiezas a enterarte de cosas e indagar un poco y te quedas tieso.
A esa gente solo le importa el postureo, según me contaron, se emparejan desde que son adolescentes con alguien que pueda ser presentable en su familia y de puertas para fuera pintan una relación maravillosa, mil fotos en redes sociales, muy bien vestidos los dos, a misa y a eventos sociales juntitos…
Bueno, pues estábamos de afterwork y una de esas sevillanas aparentemente perfectas, dulces e impecables empieza a decir a sus amigas que les va a pasar una lista de cosas que no pueden decir en presencia de su novio, que esta al llegar, y empieza a contar que el fin de semana anterior se había ido con sus amigas al Puerto y todas habían amado, que ese mismo año había estado de voluntariado y también se había amado a otro, y a sumar y sumar hasta llegar a mencionar 10 maromos que se ha orate en pocos meses, estando con novio, las amigas riéndose y asintiendo como que es lo más normal del mundo. Al rato llega el novio, se saludan, aparentemente todo perfecto, y a las dos horas salgo a la terraza y está el tío liándose con otra, agarrándole todo el ojo ciego, y en otra sala la tía tirándole los tejos a unos colgados. Comento a uno de mis colegas que estoy flipando con la situación y me dice lo que he puesto antes, que en Sevilla es lo más normal del mundo, que se buscan a una pareja que quede bien de puertas para fuera, pero que luego todos son asquerosamente promiscuos, fiesteros, rozando el alcoholismo y que a los tíos les gusta mucho la nieve y no la de esquiar precisamente.
Luego las comidas y las cervezas afterwork son jodidamente insoportables, empiezan todos a hablar con unas ínfulas impresionantes de sus maravillosos valores, de sus eventos sociales en el club Pineda, de familiares que supuestamente tienen (en la mayoría de los casos yo creo que es mentira porque ya han salido 5 con que son primos de Carrero Blanco), y a soltar como el que no quiere la cosa comentarios estilo “bueno yo vengo del notario porque me han puesto un piso a mi nombre”. Comentarios ultra pretenciosos, encima siempre con ese toque indirecto, y luego contesta el siguiente que es aún más pretencioso y así indefinidamente.
En resumen, gente con ínfulas y apariencia perfecta que realmente su tema de conversación principal se basa en contar intimidades de sus seres queridos y ponerles a parir, y la mitad acarrean ets, 2 abortos e historiales preocupantes con estupefacientes.
Tengo hasta mal cuerpo de pensar que me queda un año mínimo aguantando esa lacra.