Da igual. Son reglas o leyes que se ponen según interesen. No son leyes que intenten buscar una justicia en las relaciones humanas. Son leyes que buscan un bien para unos pocos, como cualquier ley de los señores feudales. Por eso, ahora no funcionan tan bien como entonces, porque ahora, cuesta más hacerlas entendibles o admisibles para el pueblo llano, salvo que sean acérrimos seguidores o esclavos de su señor feudal, se llame Antonio, PSOE, FEijoo o PP...
En cualquier caso, con tales gentes no podremos salir de esta Edad Mediocre en la que vivimos y que así conocerá la historia, sinónimo de las edades más oscuras que ha vivido la humanidad... y a los próximos centenios me remito, cuando llamen así a este periodo y a nosotros y nosotras nos vean como incultos creyentes en cualquier cosa que les dijera la autoridad, aunque estuvieran viviendo en medio de miseria, pestilencias, muerte y epidemias, aunque tuvieran, mientras tanto, carreras de corceles en Montmeló y encuentros divisionales en las Islas británicas.
Hay un poema de Salvador Espriú, que puede ser un fulastre o no, como todos lo seremos, o no, pero decía algo que, al menos, da qué pensar:
Oh, qué harto estoy de mi
filtro, vieja, tan salvaje tierra,
y cómo me gustaría alejarme,
hacia el Norte,
donde dicen que la gente es limpia
y noble, culta, rica, libre,
despierta y feliz.
Entonces, en la congregación, los hermanos dirían
desaprobando: “Como el pájaro que deja el nido,
así el hombre que marcha de su lugar”,
en tanto que yo, muy lejos ya, me reiría
de la ley y de la antigua sabiduría
de este mi árido pueblo.
Pero no he de seguir jamás mi sueño
y aquí me quedaré hasta la muerte.
Pues soy también muy filtro y salvaje
y amo además con un
desesperado dolor
esta mi pobre,
sucia, triste, desgraciada patria.