Así es, tal cual... Me alegro de que por lo menos alguien empatice conmigo.
Tocho incoming:
Para los catalanes que vivíamos en Barcelona y alrededores, fue una oleada turística en toda regla. Sólo hay que comparar la Barcelona en la que crecieron mis abuelos con la Barcelona en la que crecieron mis padres, y luego compararla con la Barcelona en la que crecí yo.
Por ejemplo, mi abuelo paterno: Nacido en el barrio de Gracia de Barcelona en 1925 (entorno catalanohablante al 90%). Tuvo vida social en catalán, amigos catalanes, etc.
Mi padre: También nacido en el barrio de Gracia. También vida social en catalán durante infancia y adolescencia.
Mi abuelo materno: Nacido en Esplugues de Llobregat en 1928. Vida social en catalán durante infancia y adolescencia.
Mi progenitora: Nacida también en Esplugues de Llobregat, pero crecida en otra localidad cercana. Meeec. Años 60. Se invierte la balanza. Entorno con un 80% de castellanohablantes y un 20% de catalanohablantes. Aun así, pudo tener amigas catalanohablantes durante infancia y adolescencia gracias a ese 20% de catalanes que había en su barrio.
Yo. MEEEC. Viviendo en el mismo barrio que mi progenitora, pero 3 calles más arriba y 20 años después: 95% de castellanohablantes, 5% de catalanohablantes. La ciudad había cuatriplicado su población en 20 años, recibiendo hordas de pagapensiones del resto de España. ¿Vida social en catalán? Ni en sueños. Nunca tuve un amigo catalanohablante en la infancia ni en la adolescencia. Y sí, en aquella época había una distancia cultural bastante subida de peso entre pagapensiones y autóctonos, porque en mi familia tanto padres como abuelos leían libros (y eso que éramos clase obrera), mientras que entre los pagapensiones había mucha ignorancia y analfabetismo funcional. Y sí, no puedo negar que para mí fue doloroso no poder hacer vida social en mi idioma ni con los míos.
Yo de pequeño sentía ganas de llorar cuando muy de vez en cuando me encontraba con niños y niñas de mi edad hablando entre ellos en catalán (por ejemplo, cuando cogía el tren de la Renfe y a lo mejor había un grupo de niños que iban a algún pueblo más alejado de Barcelona donde aún se hablaba catalán, o cuando iba de vacaciones con mis padres y llegábamos a algún lugar del interior de Cataluña y veías ahí a los niños hablando en catalán mientras se bañaban en el río). Era una sensación como de haber sido desterrado del puñetero Edén. Un preguntarse: ¿Por qué no puedo estar entre ellos?
Pero de todos modos, tampoco conviene dramatizar: esta fractura es una de tantas, porque en la vida hay mil circunstancias que fracturan o alienan. También he sufrido la fractura culto-inculto, siendo yo del bando culto. También he sufrido la fractura hombre-mujer, y la fractura alto-bajo, y la fractura introvertido-extrovertido, y tantas y tantas fracturas que hay en la vida. En Cataluña simplemente se añade una más, que es la de catalán-castellano...
Por eso me río yo de los que han descubierto ahora la supuesta fractura. Curiosamente, hace poco escuché a Joan Tardà, que se ha criado en una ciudad parecida a la mía, decir lo mismo, que él lleva viviendo con esa fractura toda la vida y nunca ha tenido problemas. Y Oriol Junqueras seguramente ha vivido algo similar siendo de Sant Vicenç dels Horts.
Yo diría que en la mayoría de los indepes del área metropolitana de Barcelona hay ese anhelo profundo de querer volver al Edén del que fuimos expulsados. Claro, es una tontería, porque ese Edén ya dejó de existir hace décadas.
