Y el que diga lo contrario miente. En efecto, libertades públicas y vías de diversión no nos faltan, afortunadamente. Pero hemos equivocado el modelo productivo, y eso va a suponer un enorme sufrimiento por parte de aquellos que no hayan hecho bien las cuentas. Y van a ser bastantes.
Lo que me preocupa es la funesta manía hispana de perseguir el dinero facil y el enriquecimiento incondicional. Parte de la población está acostumbrada a vivir por encima de sus posibilidades, concejales incluidos... ¿cómo los reeducamos ahora?
Yo aprovecho el papel usado para escribir por detrás, recupero bolígrafos aprovechando partes de varios para hacer otro con las piezas, tengo un móvil del pleistoceno, un coche con más de 300.000 km que es una patata, uso la ropa hasta que se cae a jirones, compro muebles de segunda mano y algunos los recojo de la calle, sólo compro discos de oferta, paso de hacer regalos inútiles... Perdonen mi atrevimiento, pero creo que mi actitud vital no está muy extendida. Para mucha gente soy un rácano perversos. A mí me sale solo, y creo que el ahorro te proteje de los vaivenes de la economía.
El contexto de la economía de consumo impulsa a todos a comprar más de lo que necesitamos. Consume hasta morir! Al poner nuestros ahorros en riesgo y al subvencionar el endeudamientio inmobiliario con incentivos fiscales el estado hace un gran favor a la banca y pone en un brete a los que hemos sido educados en la mesura. Quienes no participamos de la estulta vorágine del crédito corremos incluso el riesgo de vernos estafados por el mismo estado que debe salvaguardar nuestro dinero. Eso, además de injusto, envía una preocupante señal al ciudadano: premia al insensato a costa de castigar al cuerdo.
Perdonen por el tocho...