Nota introductoria: A lo largo de este mensaje se usa el término "gente de izquierdas" para referirse indistintamente al gobierno republicano o frentepopulista, y las varias milicias rojas y sus partidarios, con ánimo puramente descriptivo y por brevedad, al igual que en la guerra civil rusa se hablaba de "gente de izquierdas" y "blancos" (y también de ejércitos "verdes" y "personas de color", pero esa es otra historia). No es ningún secreto que por sentimientos y convicciones mis simpatías están con los sublevados, facciosos, o "nacionales", término de nuevo que uso como puramente descriptivo. El siguiente mensaje trata de evitar cualquier connotación política o ideológico y es meramente una descripción de los acontecimientos bélicos y las razones por las que se tomaron las decisiones.
Gracias a este hilo, he empezado a leer la crónica clásica del asedio "La epopeya del Alcázar de Toledo" del padre Risco, que siempre lo dejé pendiente.
Me acuerdo que de pequeño cuando estuvimos en Toledo mi padre me contó por encima la historia. Yo al ver las fotos de aquel montón de ruinas, pensé que habían tenido un triste final, que los sitiados habían finalmente sucumbido y habían muerto casi todos. Me parecía inconcebible que se pudiera defender tal montón de ruinas.
Conozco la historia porque leí la monografía del ministerio de Defensa y el libro de Casas, pero son libros técnicos militares, que no llegan a captar el drama y la emoción de aquellos días y aquellas gentes.
De los asedios de la Guerra Civil es el más conocido, pero tiene algo que le hace especial. No fue el más sangriento ni más dramático. El de los cuarteles de Gijón fue un heroísmo trágico, el de Oviedo, el más grande en escala y más dramático, las bajas fueron de más de la mitad de los defensores, que se salvaron por la llegada del auxilio a última hora literalmente, cuando sólo les quedaba morir en el último reducto, , el del santuario de la Virgen de la Cabeza el más largo y el de más sufrimiento, cualquiera de ellos aventaja al sitio del Alcázar, sin que esto desmerezca el sufrimiento y el valor de los defensores toledanos.
Y sin embargo es el más célebre, como decía Casas, de la memoria de las guerras sólo perduran un par de símbolos, en el caso de la guerra de España: Franco, el hombre que ganó la guerra. El Alcázar, la fortaleza que no se rindió.
¿Qué tiene de especial el Alcázar? Dos cosas, el heroísmo del jefe, y las especiales condiciones de la defensa.
El heroísmo de Moscardó, negándose a rendirse ni aún bajo la amenaza de dar de baja de la suscripción de la vida a su hijo, hace que entre en la leyenda de la historia guerrera española, con Guzmán el Bueno. Pero hay que recordar que no fue el único, al coronel Pinilla, el defensor del cuartel de Simancas también le amenazaron con dar de baja de la suscripción de la vida a su esposa a hijos. La historia es quizá un poco injusta en olvidar un poco la gesta de los cuarteles de Gijón.
La segunda es que a diferencia de los otros asedios, el del Alcázar alcanzó la mayor resonancia, en parte por el aura romántica de la gesta, pues se creía que el Alcázar estaba, al menos en parte, defendido por los cadetes de la Academia de Infantería, la imagen de unos jóvenes alumnos de oficiales defendiendo un edificio a modo de castillo asediado bajo el fuego de las armas modernas y contra un enemigo muy superior impresionó al mundo.
Pero no es eso lo que quería destacar, si no la increíble determinación de resistir de Moscardó, los militares, guardias civiles y paisanos, en una empresa descabellada. En los demás sitios, había una esperanza de que las fuerzas sublevadas llegaran pronto al rescate de regiones cercanas, como en Asturias y Andalucía. Cierto que en pocos días esa esperanza resultaría falsa, para los de Gijón, pero durante un tiempo, creyeron en la victoria.
Por lo que respecta a los otros, tanto el capitán Cortés en el Santuario debido a su aislamiento, como el coronel Aranda en Oviedo, al mando de una fuerza importante, podían confiar en presentar una resistencia prolongada hasta que llegara el socorro, cosa de algunas semanas, un mes como mucho, se creía entonces.
En cambio debido al fracaso parcial del Alzamiento, y quedar aislados en el corazón de la zona roja, para Moscardó y los suyos no había esperanza alguna de pronto socorro, aún teniendo una fe ciega en el triunfo de los sublevados, había un larguísimo camino a Madrid tanto desde el norte como del sur, mientras que los gente de izquierdas tenían fuerzas poderosas a las que recurrir para aplastar ese foco de insurrección tan cerca de la capital.
A este aislamiento físico se le sumaba el psicológico, debido al fracaso del Alzamiento, en los primeros días ni siquiera se sabía en la zona nacional que se resistía en el Alcázar de Toledo. Hasta la prensa de Madrid informaba que los cadetes se habían rendido tras breve lucha. Esta angustia de sentirse solos y abandonados, sin que nadie viniera al rescate porque los daban por perdidos debió pesar como una losa en el ánimo de los defensores. No recuerdo cuando fue, en agosto creo, pero un capitán intentó salir del Alcázar y atravesar la zona roja disfrazado para llegar a las líneas nacionales e informar de que el Alcázar seguía resistiendo y esperaba auxilio, por desgracia fue reconocido y fusilado.
Pero la propaganda roja se acabó volviendo en su contra, tras anunciar repetidas veces la toma del Alcázar, perdió su credibilidad y en la zona sublevada se supo de aquella guarnición que aún resistía y se esperaba que en el avance hacia Madrid se pudiera socorrerla. Para la opinión de las masas tanto en España como fuera, el que el Alcázar no cayera, pese a todo, fue el primer síntoma de que las cosas no marchaban bien para los gente de izquierdas, si no eran capaces de acabar con un puñado de defensores cercados.
La obstinada resistencia día tras día de Toledo, se convirtió en una pesadilla, víctimas de su descrédito y de la necesidad de acabar con esa molestia para recuperar la credibilidad y la confianza en que ganarían la guerra, tuvieron que fijar fuerzas desproporcionadas y recursos desesperadamente necesarios en otros frentes para parar a las columnas nacionales. Por supuesto, todos los asedios contribuyeron a la dispersión y desgaste de las fuerzas rojas, y Oviedo más que Toledo, pero en el plano de la publicidad y la moral, Toledo fue el que tuvo mayor impacto y su resistencia compensaba los fracasos del Alzamiento y la caída de los cuarteles de Gijón que fue trágica, pero era algo previsto.
Se argumenta que el símbolo del Alcázar se convirtió en algo tan importante tanto para gente de izquierdas como nacionales, que para éstos, dejó de ser un beneficio y pasó a ser una carga, al imponer la necesidad de socorrer a Toledo a toda costa, aunque ello supusiera perder la oportunidad de tomar Madrid y con ella de poner fin a la guerra.
Mucho se la ha criticado a Franco por esta decisión de desviarse a Toledo en vez de continuar a Madrid, y por mucha gente, incluyendo generales de su propio bando como Kindelán, que lamentaba la ocasión perdida y que el mando nacional se dejó llevar en ese momento por los sentimientos en vez de operar con la fría lógica militar. Los críticos de Franco han argumentado que esto fue un error, o una jugada maquiavélica para asegurarse el poder absoluto como prioridad antes de la toma de Madrid y el previsible pronto final de la guerra.
Yo creo que no tienen razón y todas las críticas son a toro pasado, lamentaciones porque la toma de Madrid quizá habría significado el fin de la guerra en 1936 y habría ahorrado dos años de guerra y decenas de miles de víctimas. Y no tienen razón por pura, simple, inapelable lógica militar.
Kindelán y los que pensaban como él, eran demasiado optimistas. Franco, con su natural cautela, no estaba intoxicado por los triunfos y el rápido avance desde Andalucía, que desde su posición y en vista de la experiencia de las semanas de guerra transcurridas, era muy consciente de que la resistencia de las milicias rojas se endurecía según se acercaba a Madrid, y que el ejército de África era una fuerza demasiado pequeña para tomar una gran ciudad, sin contar con el desgaste acumulado.
Toledo, como Stalingrado, se convirtió en un símbolo que resultó un imán para ambos contendientes, pues su valor político era mayor que el puramente militar, tanto en sentido táctico como estratégico.
En primer lugar, el desvío a Toledo no suponía alargar mucho el camino a Madrid, y al elegir una aproximación indirecta se evitaban las fuerzas más poderosas del enemigo por el camino más corto, a caballo de la carretera de Extremadura, y se abría la posibilidad de flanquear la resistencia y atacar Madrid desde el sur.
En segundo lugar, el argumento de que el avance directo hacia Madrid habría obligado a las fuerzas de Toledo a levantar el asedio es falso. Los gente de izquierdas podrían haberse limitado a dejar una fuerza suficiente para evitar una salida de los sitiados, y el avance a Madrid habría dejado expuesto el flanco de las columnas nacionales a los ataques de las fuerzas rojas en Toledo.
En tercer lugar, no socorrer el Alcázar suponía dar a los gente de izquierdas el tiempo necesario de acabar con los defensores, que estaban al límite de su resistencia, y dar una victoria que los gente de izquierdas necesitaban con desesperación para sostener su tambaleante moral de resistencia y recabar apoyo internacional a su causa. Se puede argumentar que Oviedo y Toledo estaban amortizadas y que sus defensores ya habían cumplido su cometido, por lo que podían ser sacrificados y que las columnas enviadas en su auxilio habrían estado mejor empeñadas en reforzar el avance sobre Madrid, pero la guerra no es ajedrez, se cita mucho a Clausewitz, pero pocos llegan a comprender plenamente lo que quería decir con las frases "la guerra es la continuación de la política por otros medios." y la otra algo menos conocida o citada "la guerra es...obligar al enemigo a someterse a nuestra voluntad."
Con las operaciones militares se buscan logros políticos, y socorrer a Oviedo y Toledo tenía implicaciones políticas y morales que pesaban tanto o más que los factores puramente militares. Y Franco, tan cauto y reflexivo en sus decisiones, así se lo dijo a Kindelán. Se sopesaron en la balanza todas las implicaciones, beneficios, riesgos y oportunidades, y por puro cálculo, se decidió acudir en socorro de Toledo.
Por lo que se puede deducir de palabras y actos posteriores, Franco ya prevía, o temía, que la guerra iba a ser larga, y aún en el mejor de los casos, no iba a terminar con la toma de Madrid. De hecho el posterior asalto a Madrid fue una de las pocas veces que Franco tomó una decisión arriesgada, llevado de la inercia, y con poca confianza en el éxito, como le dijo a Varela "siempre tienes suerte, a ver si ahora también y tomas Madrid"
En retrospectiva, Franco no sólo tomó la decisión correcta desde el punto de vista moral y político, si no que fue la decisión correcta desde el punto de vista militar. Era necesario y menos arriesgado ir a Toledo que a Madrid.
También logró una crucial victoria psicológica. La guerra, dice Clausewitz, es un choque de voluntades. El socorro de Oviedo y el Alcázar privó a los gente de izquierdas de victorias que estaban rozando con las puntas de los dedos, y que habrían borrado en gran parte sus fracasos y errores en no haber acabado antes con la resistencia. Además, la liberación de los sitiados produjo un profundo sentimiento de inferioridad en las fuerzas rojas y una convicción en ambos bandos de la invencibilidad del ejército nacional. A partir de Toledo, los gente de izquierdas ya no luchaban para vencer, si no para no ser vencidos. Esta confianza en la superioridad propia tanto en la defensa como en el ataque es la que va a condicionar el resto de la guerra y permitir a Franco superar la inferioridad numérica y material del comienzo, pues le permite retirar fuerzas de frentes inactivos para concentrarlas, dejando las fuerzas mínimas para la defensa, y lograr superioridad numérica local en el punto de ataque, hasta que con la caída del Frente Norte, la balanza se incline del lado de los nacionales.
El efecto moral de la liberación del Alcázar contribuyó a la de Oviedo, un par de semanas más tardes, pues levantó la moral de los cercados, que podían confiar en el socorro cuando la situación se hacía cada vez más desesperada, y sirvió de acicate a las columnas liberadoras para hacer un último esfuerzo y llegar hasta la ciudad. Así, Toledo lleva a una doble victoria, que desde el punto de vista militar, libera fuerzas, que aunque no puedan emplearse inmediatamente debido a su agotamiento, y modestas en número, apenas un par de millares de hombres, son importantes en esta fase de la guerra en que cada batallón cuenta, y proporcionarán un valioso núcleo de oficiales y jefes para la expansión futura del ejército nacional.
Para terminar, lo más notable del sitio del Alcázar es que llegara a producirse. En los demás sitios, en los primeros días cabía la esperanza de una rápida liberación, pero con el fracaso del Alzamiento en Madrid, el Alcázar era una isla en un mar rojo. Por eso resulta aún más admirable la resolución heroica de Moscardó y los sitiados de encerrarse en el Alcázar el día 22 de Julio, ante la llegada de la columna de Madrid , con una fuerza abrumadora y tras caer las primeras bombas sobre el edificio, arrojadas por un avión.
Estaban completamente perdidos y sin noticias del exterior, más allá de los partes captados por la radio de montaña de la Guardia Civil el día 20 [el 22, a consecuencia del bombardeo de la artillería se quedaron sin electricidad], sin saber si el Alzamiento había triunfado en alguna otra parte además de África, por ello la llamada del Ministro Barnés a Moscardó aquella noche tratándole de persuadirle de que se rindiera es especialmente significativa. El ministro conoce cuál es la situación y que los sitiados no tienen ninguna esperanza ni posibilidad real, tanto es así que no por absurda deja de parecerle admirable la resolución de los defensores, cuando le dice que le gobierno lamentaría tener que llegar a destruir el edificio, pero que no habría más remedio que hacerlo si persistían los del Alcázar en su actitud: "la cual no dejaba de ser una muchachada, hasta simpática en otras circunstancias distintas de aquellas".