Sr. Pérez
Madmaxista
La izquierda abertzale es un movimiento copado, hace mucho, por las mujeres. Feminizado, sería más correcto decir. Un poco como un pueblo en el que todos los hombres han sido enviados al frente y han muerto allá, o han vuelto mutilados física y espiritualmente.
La nekane se echó a las espaldas hace mucho el peso de mantener encendido el fuego del hogar simbólico y este es el resultado. Un movimiento de resistencia que llegó a la violencia convertido en un simple resonador de las patochadas de la echekoandra que más grita. Ellas, las bolleras de lab con su pelo azul y su mala leche de progenitora de cuatro, son las que dan un grito, y los hombres que quedan en el movimiento, estrogenados todos, ni pian. No hay debate, ni siquiera político. Esto me lo decía un histórico, uno de los de la sira y la parabellum, y casi se le notaba correr la lágrima por la mejilla por detrás de la sorna y el cinismo.
En serio, resulta de lo más instructivo observar la sociología de los grupos abertzales activos. Es una ginecocracia con todas las letras. Y todas las consecuencias. El vasco siempre ha sido matriarcado, pero al menos las matriarcas de antes entendían la necesidad de un equilibrio. Estas son las matriarcas sin freno, sin límite, sin necesidad de ninguno. Importan los hombres del extranjero y todavía presumirán de resistirse al capitalismo globalista que les ha enseñado el truco. No importa, el vasquismo, como el judaismo, se transmite por línea materna. Sus marroncitos tendrán nombres vascos, vestirán de neskitas y seguirán perpetuando la ficción.
La siguiente generación será una de mestizos racializados eusko-trans que seguirán dando por ojo ciego con la excusa más peregrina, encerrados en su círculo endogámico bajo la mano férrea de Andra suprema. Si hablan euskera, que está por demostrar, seguramente sigan apegados a las referencias míticas al uso. Si no, serán otra banda de traperos más en el adocenamiento de la postmarronidad. Los de la boina.
O todo lo contrario. Que hay mucha que con 20 está en las txoznas que se podría hacer trenzas étnicas con los pelos del sobaco y su plan de vida es acabar antes de los 32 con un ingenierito, preferentemente colocado en CAF o Grupo Mondragón.
La nekane se echó a las espaldas hace mucho el peso de mantener encendido el fuego del hogar simbólico y este es el resultado. Un movimiento de resistencia que llegó a la violencia convertido en un simple resonador de las patochadas de la echekoandra que más grita. Ellas, las bolleras de lab con su pelo azul y su mala leche de progenitora de cuatro, son las que dan un grito, y los hombres que quedan en el movimiento, estrogenados todos, ni pian. No hay debate, ni siquiera político. Esto me lo decía un histórico, uno de los de la sira y la parabellum, y casi se le notaba correr la lágrima por la mejilla por detrás de la sorna y el cinismo.
En serio, resulta de lo más instructivo observar la sociología de los grupos abertzales activos. Es una ginecocracia con todas las letras. Y todas las consecuencias. El vasco siempre ha sido matriarcado, pero al menos las matriarcas de antes entendían la necesidad de un equilibrio. Estas son las matriarcas sin freno, sin límite, sin necesidad de ninguno. Importan los hombres del extranjero y todavía presumirán de resistirse al capitalismo globalista que les ha enseñado el truco. No importa, el vasquismo, como el judaismo, se transmite por línea materna. Sus marroncitos tendrán nombres vascos, vestirán de neskitas y seguirán perpetuando la ficción.
La siguiente generación será una de mestizos racializados eusko-trans que seguirán dando por ojo ciego con la excusa más peregrina, encerrados en su círculo endogámico bajo la mano férrea de Andra suprema. Si hablan euskera, que está por demostrar, seguramente sigan apegados a las referencias míticas al uso. Si no, serán otra banda de traperos más en el adocenamiento de la postmarronidad. Los de la boina.
O todo lo contrario. Que hay mucha que con 20 está en las txoznas que se podría hacer trenzas étnicas con los pelos del sobaco y su plan de vida es acabar antes de los 32 con un ingenierito, preferentemente colocado en CAF o Grupo Mondragón.
Última edición: