Grande el hilo, increíble, todos al aliron, gigante. ¿Podéis pasarme vuestro camello, o es el cura de vuestra parroquia? Por cierto, ¿a Moloch no lo veis en las iglesias donde curas dan por ojo ciego a niños inocentes? No, claro, ahí no!
No han sido pocos los que llegaron al seno de la Iglesia con la intención de prosperar en sus vidas que de otra manera, hubieran sido las mismas humildes vidas que las de sus padres. Esto se traduce en una "convicción" acerca de la vida religiosa y de sus exigencias, tan intensa como lo fueran sus aspiraciones de medre personal y hasta el momento de haberlas consolidado.
Nunca olvide que ni están todos los que son, ni son todos los que están.
Por ello, la Iglesia pidió perdón de manera generalizada, haciéndose responsable subsidiaria de los delitos de algunos de sus miembros. ¿Qué han hecho, ni siquiera en la más pequeña proporción, las otras "corporaciones" con miembros imputados por las mismas causas?.
Nada. El silencio más absoluto. Ni partidos políticos (en Inglaterra saben de eso un montón) de "enorme" tradición democrática; ni Instituciones públicas relaccionadas con la custodia o la educación y mucho menos, las "otras" iglesias cristianas y miembros de otras religiones...
Sabiendo como sabía la Iglesia Católica que sus "males" no lo son en exclusiva, entonó el mea culpa sin ventilar ninguna cosa que no fuera la suya propia.
¡Qué difícil debe ser declararse culpable y pedir perdón por ello y no sucumbir a la tentación de diluir sus culpas entre las de los demás!
Pero eso no importa a los ojos de los ignorantes y los maliciosos. La manía persecutoria viene de lejos y una ocasión como ésta bien vale parecer (siéndolo) injusto, si el premio es la cabeza del enemigo, sepa aunque no lo justifique, lo que hacen algunos de sus miembros.
Seguiremos esperando el mea culpa de las Federaciones deportivas, del parlamento británico, de las escuelas de "espiritualidad" y artes marciales y en definitiva, de todo el tinglado "moderno" cuyos miembros no han sido capaces de manchar el buen nombre de sus respectivas organizaciones porque son ellas mismas las que se ocupan de repartir las culpas privadas o institucionales según su propio criterio.
En fin, la famosa hipocresía insidiosa lanzada como consumo de pobres gentes incapaces de mirar más allá de los dedos acusadores.