En una lluviosa y desapacible mañana del mes de marzo de 1938 el misterioso conde Richard Nikolaus Graf von Coudenhove-Kalergi prepara sus maletas apresuradamente en su mansión familiar de Viena y pone rumbo al país de la liberté, égalité y la fraternité, para en 1940 salir a su vez escopetado de la esquizofrénica Francia colaboracionista de Vichy del general Pétain y la France Libre de su homólogo De Gaulle rumbo a los EEUU de la gala, luciferiana y masónica Estatua de la Libertad, mientras el premier británico y correveidile Neville Chamberlain (no lo confundáis con uno de los precursores del nazismo, Houston Stewart Chamberlain) ’se dejaba engañar’ hasta en tres ocasiones por el iluminado inquilino del Reichstag, que a su vez firmaba el Pacto de no agresión germano-soviético con la URSS-hoz del ensangrentado martillo pilón del sonriente orate Josef Stalin.
Diez años antes, el líder del movimiento Pan-Europa, pronuncia en septiembre de 1929 un discurso en la Asamblea General de la Sociedad de Naciones en el que proclama la necesidad de constituir una Unión Europea. Las tesis del Conde Coudenhove-Kalergi fueron expresadas por éste a través de un primigenio artículo de prensa publicado el 16 de noviembre de 1922 en el rotativo vienés Neue Frei Presse bajo el título Pan Europa ein Vorschalag, que dio como fruto ulterior el magnus opus o la Gran Obra del alquimista del europeísmo, el manifiesto Paneuropa (Octubre 1923) y sus subsecuentes tres volúmenes, Kampf um Paneuropa (La lucha por Paneuropa, 1925-1928).
Años después, el 30 de enero de 1933, Adolf Hitler era nombrado Reichskanzler (Canciller) y en el mes de octubre decide que Alemania abandone la meliflua Sociedad de Naciones. Sus estrambóticas tesis expresadas en Mi Lucha (Mein Kampf, 1924) pero su indudable praktischer idealismus (práctica del idealismo) germano comenzaba a dar sus primeros pasos con las botas altas y su marcial paso de la oca, en pro del pangermanismo.
El Lebensraum y la obsesión del Führer por expandir las fronteras y conseguir ‘espacio vital’ para su proyecto de Nueva Alemania, tuvo sus primeros precursores en la reocupación del territorio desmilitarizado del Rhein en marzo de 1936, contrapuesta a los Tratados de Versalles y Locarno que el delirio de Hitler convertía en papel mojado. Dos años más tarde, el 12 de marzo de 1938 las tropas nazis invadieron Austria y se proclamó el anschluss (anexión) al Reich de la patria que vio nacer al máximo dirigente nancy, y al siguiente año en 1939 y por las mismas fechas Alemania se anexiona también Checoslovaquia.
La diplomacia empirista anglosajona inspirada en Locke, Hume o Mill se veía impotente ante el idealismo de Hegel, Schelling o Fitche, y la idea de supremacía cultural y racial del pueblo ario sobre el resto de la humanidad en general, y del Occidente judeo-cristiano vilipendiado por Friedrich Nietzsche -no sólo en El Anticristo- sino en toda su obra filosófica, así como del proyecto paneuropeísta (en la forma) y pansionista (en el fondo) cristalizado en la enigmática figura del mestizo euroasiático Conde Coudenhove-Kalergi (mitad austrohúngaro/ mitad nipón), que creía esfumarse su elaboración de la Piedra filosofal europeísta, a consecuencia del empuje de la filosofía pangermanista alentada por el Tercer Reich a través del tándem ariofilo -con el pin de la cruz esvástica en la solapa del traje o las runas en el uniforme- formado por el discípulo nietzschiano, Alfred Bäumler, y por el miembro de la Thule-Gesellschaft (Sociedad Thule) y la Sociedad Vril, y nigromante-ocultista adorador de la ariosofía, y principal teórico del antisemitismo nancy, Alfred Rosenberg.
El 13 de mayo de 1940 mientras la 7.ª División Panzer del mariscal de campo Erwin Rommel comienza su ‘paseo militar’ por Francia continuando el imparable avance del ejército alemán en su frenética Blitzkrieg, el conde Coudenhove-Kalergi oteaba desde el mirador de la corona del neoyorquino monumento situado en la Isla de Bedloe, el neցro horizonte para su proyecto de génesis de la nueva raza euroasiática-neցroide dirigida espiritualmente y expresada en el tándem ideológico (diversidad de pueblos en mezcolanza igual a: diversidad de individuos dúctiles y sin raigambre), y políticamente por la aristocracia de sangre dirigente judía que sabría hábilmente manejar de manera orquestada el consumista y manipulable popurrí racial resultante, articulado jurídicamente en la Federación de Estados Unidos de Europa y religiosamente en la raza dirigente espiritual de la nueva Europa, los judíos.
Por tanto y en esa tesitura belicista, el Sant Graal, el Santo Grial del sionismo político moderno inspirado en el judío sefardí austrohúngaro y corresponsal del Neue Freie Presse, Theodor Herzl o el moderno Moisés y Padre del moderno Estado de Israel (el íntimo amigo del padre del Coudenhove-Kalergi), ni estaba ni se le esperaba al menos de momento… Sin embargo, al final todo llegó, o acaso ¿no sabéis que las 12 estrellas de la bandera de Europa simbolizan a las 12 tribus del Israel del Antiguo Testamento provenientes de la descendencia de los 12 hijos de Abraham? ¡Ah! Pero, si entráis a la web EUROPA, el portal de las instituciones europeas (
EUROPA - La UE en breve - Símbolos de la Unión Europea - La bandera europea), os darán la absurda y ortodoxa V. O. de que “hay doce estrellas porque el número doce es tradicionalmente el símbolo de la perfección, lo completo y la unidad.” Cómo nos dejamos tomar el pelo…
No obstante, para el Coudenhove-Kalergi nada estaba todavía perdido, y como los alquimistas del medievo que según contó ese físico-ocultista o ese comité de nigromantes bajo el pseudónimo, Fulcanelli, en la obra Les Demeures Philosophales (Las jovenlandesadas filosofales, 1929) mal que me pese como hijo de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, lograron que el Papa ¿alquimista? Juan XXII portara la gema hermética que orna el anillo de Piel de Asno que yace junto al Vicario de Cristo en su tumba. Dicha piedra preciosa no sería otra que aquella misma esmeralda que se desprendió de la frente del mismísimo Lucifer en el momento de su caída, y en la cual fue tallado el Graal. ¿Invención metafísica o realidad física?, ¿el oculto ocultista Jules Violle o el ocultista inmortal Conde de Saint Germain? Como ya dijera el Sumo Pontífice Pablo VI: “el humo de Satanás ha entrado por alguna fisura en el templo de Dios.” Pero como vemos, ya parece que entró en forma de sortija papal seiscientos cincuenta años antes que el Concilio Vaticano II.
Aun con todas las vicisitudes que atravesaba el proyecto paneuropeísta, Coudenhove-Kalergi no se arredraba y apuraba al máximo los 60.000 marcos de oro donados ‘a fondo perdido’ por el banquero judío Max Warburg y por las cantidades desconocidas pero supuestamente desorbitadas ‘cedidas’ para la causa pansionista por el judío Barón Louis de Rothschild y multitud de donantes anónimos, que apostaban por el crisol cultural y multirracial propuesto por el mestizo y excéntrico Conde nacido en Tokio y criado en la Viena imperial. Mientras tanto, las alienadas tropas de Hitler acrisolaban a los europeos franceses e ingleses y a los eslavos del Norte, Sur y Este, y de otra manera distinta extendían su pangermanismo: a sangre y fuego.
Pero, ¿cuál era realmente el Plan del circunciso Coudenhove-Kalergi? Sus detractores que no son escasos, dicen que ansiaba la consecución de una clase humana y sociedad europea inferior, dúctil y manipulable por el lobby sionista y su idea del Jewish supremacism (Supremacismo judío) y del gobierno mundial de la kipá.
Si nos paramos a pensar un poco, hoy día en nuestra Unión Europea, ¿no creéis que existe un larvado sentimiento de antigentilismo contra todo aquel que osa poner en tela de juicio la bondad y la conveniencia de la existencia de dicha “Unión” antihistórica, artificial y atípica por mas que nos hayan pretendido hacer pensar lo contrario a los anti-UE como Yo?
Al fin y al cabo y si somos mínimamente críticos, “Thule es”, como decía el amigo de Immanuel Kant, Johann Gottfried von Herder en su excelsa obra (Auszug aus einem Briefwechsel über Ossian und die Lieder der alten Völker, 1773): “una salida del mundo hacia la sublimidad”. Thule es pues, la utopía dialéctico-geográfica de un mundo que surge y perece… el pangermanismo. La UE es la utopía paneuropeísta loable de Coudenhove-Kalergi hecha realidad, o un delirio pansionista distópico de los financiadores del euroasiático enigmático…
En definitiva, ganó la partida el Himno de Europa, la 9ª sinfonía de Ludwig von Beethoven y su Oda a la Alegría y perdió Die Walküre de Richard Wagner. Pero, ¿ganamos los europeos?
“El Olimpo no puede ser imaginado en absoluto más allá del mundo mediterráneo, pero el Sinaí humeante concuerda bien con el Norte, como también la nube y la columna de fuego…”//