Corticoides, Cushing y Cetosis Terapéutica: una experiencia

Smiling Jack

Madmaxista
Desde
21 Ene 2011
Mensajes
16.357
Reputación
39.209
PROLOGO: Incepción del hilo

Estimados correligionarios, opositores y mediopensionistas:

Una vez más me veo asediado por mi precaria condición de salud, y por ende relegado a hipotecar mi salud futura para poder recuperar un razonable bienestar presente. O en román paladino, me he tenido que apipar a prednisona.

Los que vengáis del (larguíiiisimo) hilo de Adrenocromo sobre comer menos azúcar y harinas tal vez sepáis que este verano, de la mano del hilo y sus foreros, del Dr. Jason Fung y otros blogueros con trasfondo razonablemente científico, me he sometido a un cambio radical de estilo de vida y alimentación que (como era de esperar) ha supuesto el consiguiente cambio radical en mi aspecto, mi bienestar personal y mi equilibrio mental y emocional: arrancando de una dieta cetogénica "clásica", fui abrazando poco a poco algunos de los conceptos "paleo", fui metiendo ejercicio diario (poco, siempre he sido un flojo) a mi sedentaria vida, y como colofón y guinda descubrí la etiología de la obesidad, los motivos por los que todas las dietas fallan (pese a que con todas se pierde peso), y la forma óptima de soltar lastre, el ayuno.

Y cuando ya vislumbraba en el horizonte un peso saludable, una composición corporal atlética (más que en mi vida, acariciaba un porcentaje de grasa del 15-16%) y una vida de salud y bienestar, reapareció (sospechosamente de la mano de una cena de empresa intensiva en harinas y azúcares) mi vieja dolencia intermitente que, como Satanás, ha tenido muchos nombres y juraría que todavía no han dado con el bueno: FOD (que son las siglas de fiebre de origen desconocido, qué cachondos son los matasanos), Still, Behçet, Sarcoidosis, Poliarteritis Nodosa, y en los tiempos recientes y abandonando el campo de la autoinmunidad por el de la autoinflamación, un trastorno inflamatorio aún sin etiquetar de posible origen genético.

¿La solución? Hasta hoy, sólo ha habido UNA que funcione, los corticoides.

Desolación. Fung decía explícitamente en su blog que los corticoides engordan (cosa que sabemos todos los que los sufrimos) precisamente por el efecto que tienen sobre la sensibilidad a la insulina.
Y que no sólo engordan, sino que asfaltan el camino hacia la obesidad duradera y hacen muy difícil si no imposible progresar en una mejora de la sensibilidad a la insulina.

Y entonces se me ocurrió esto:
¿Y si pudiera al menos paliar la vorágine de los corticoides? Siempre será mejor algo que nada ¿no?
Y detrás, esto otro:
¿Y si pudiera mejorar la calidad anti-inflamatoria de mi alimentación y reducir o incluso eliminar el tratamiento?

Como más de un forero se ha señalado como mártir de los corticoides, comparto aquí mi experiencia para lo que pueda servir.

Empezamos
 
¿puede ser que por años de no cuidarte tengas candidiasis intestinal?

Cualquier duda te ayudo en lo que pueda. Me recuerdas a alguien que veo todos los días en el espejo del baño. Afortunadamente se cura, pero cuesta bastante tiempo y es sacrificado, pero la recompensa es muy grande.
 
INTRODUCCIÓN: Algunos conceptos básicos

Etiología de la obesidad:la insulina. Es el alfa y el omega, el nodo al que conducen todas las rutas hormonales que regulan la acumulación de grasa corporal. La concentración de insulina en sangre es la que marca si (ojo, independientemente de si comemos más o menos) la energía disponible se gasta o se almacena.

Resistencia a la insulina: trastorno metabólico acumulativo por el cual necesitamos más y más concentración de insulina para gestionar la misma cantidad de glucosa. Se sigue que cualquier cosa que aumente la resistencia a la insulina nos hará engordar antes o después. Y lo mejor para el final, una de las sustancias que aumenta la resistencia a la insulina es... la insulina. Círculo vicioso.

Corticoides: medicamentos anti-inflamatorios de naturaleza esteroidea, asombrosa (casi mágica) potencia y aún más asombrosa lista de efectos secundarios perjudiciales, entre los que listaré el Cushing inducido (más abajo), aumento desproporcionado del apetito, aumento de peso, descalcificación de los huesos, daños a largo plazo en los riñones, pérdida de la líbido... un primor, vaya.

Síndrome de Cushing: trastorno causado por una sobreproducción crónica de cortisol (hormona del estrés), o en su defecto por el consumo de corticoides (que son como cortisol artificial) que se caracteriza por un aumento de la retención de líquidos, cambio del patrón de acumulación de grasas (concentrado en cara, abdomen y espalda), aumento de la resistencia a la insulina y catabolismo muscular en extremidades. El resultado es un cuadro, básicamente te conviertes en una bola con cara de pan, chepa, y brazos y piernas como palillos.

Cetosis: Estado metabólico inducido por una dieta pobre en hidratos de carbono y moderada en proteínas, que se caracteriza por la sustitución de la glucosa por cuerpos cetónicos en la mayoría de las funciones celulares. La glucosa esencial que requieren ciertas células (muy poca) puede obtenerse de la dieta de de la gluconeogénesis a partir de grasas y proteínas.

Cuerpos cetónicos: compuestos fabricados por el hígado a partir de las grasas como mecanismo de adaptación a un nivel muy bajo de hidratos de carbono en la dieta. Son el ácido acetoacético, el beta-hidroxibutirato (BHB) y la acetona. El nivel de cuerpos cetónicos en sangre afecta poderosamente al apetito, sintiendo más saciedad cuanto mayor sea éste.

Cetoacidosis: Trastorno causado por una acidificación del PH sanguíneo a causa de una excesiva concentración descompensada de cuerpos cetónicos. Nótese que la cetoacidosis es una patología no relacionada con la cetosis, ya que en esta última la fabricación de cuerpos cetónicos está compensada de forma automática y el PH sanguíneo permanece estable

Trastornos autoinmunes: conjunto dispar de trastornos de etiología incierta (a veces genética) que se caracterizan por causar un error en la respuesta inmune adaptativa (células T), que comienza a atacar (y destruir) tejidos sanos. Esclerosis múltiple, Lupus, Celiaquía, Artritis Reumatoide, Esclerodermia... incluso la Diabetes Mellitus es consecuencia de la destrucción de las células productoras de insulina por parte de un sistema inmune en rebelión.

Trastornos autoinflamatorios: conjunto de trastornos de origen principalmente genético que se caracterizan por causar errores en el sistema inmune innato (neutrófilos) dando lugar a episodios recurrentes de inflamación y fiebre sin foco localizable. La más conocida es la Fiebre Mediterránea Familiar, pero existen abundantes posibles mutaciones de los marcadores genéticos asociados y por ende infinidad de trastornos autoinflamatorios ligeramente diferentes.

Ácidos Omega-3 y Omega-6: ácidos grasos esenciales presentes en ciertos alimentos, a los que se asocian múltiples propiedades y efectos (hasta nueva orden). En concreto, aparentemente el Omega-3 tiene efectos anti-inflamatorios, mientras que el Omega-6 los tiene inflamatorios. Un equilibrio entre ambos sería deseable, pero la realidad es que las proporciones en la dieta occidental rondan el 20 a 1 en favor del omega-6.
 
Última edición:
Siento mucho que hayan vuelto tus problemas Smiling. Espero y deseo que tu prueba sea un éxito, desaparezcan o se minimicen tus síntomas y a ser posible que no regresen más.
Muchas gracias por compartir.
 
(...)
ha tenido muchos nombres y juraría que todavía no han dado con el bueno: FOD (que son las siglas de fiebre de origen desconocido, qué cachondos son los matasanos), Still, Behçet, Sarcoidosis, Poliarteritis Nodosa, y en los tiempos recientes y abandonando el campo de la autoinmunidad por el de la autoinflamación, un trastorno inflamatorio aún sin etiquetar de posible origen genético.

(...)

Dicen, unas cuantas plantas más abajo -o más arriba, depende del día-, cosas antiestéticas acerca de las banderillas. Su amigo Sunwukung, uno de ellos.

Si leen esto, seguro que ya conocen la etilogía de sus quebrantos. Espéreles por aquí y prepare respuesta, que andan centelleantes.
 
Primera parte: Antecedentes (penales)

Varón, treinta y muchos.
Blanco, o lo que se llama blanco en España, pero de moreno fácil.
Antecedentes familiares de Diabetes tipo II, cardiopatías, alzheimer, cáncer, you name it.
De regalo, diagnosticado de TDAA en la veintena, finalmente tratado con droguis desde hace cosa de dos años.

Hospitalizado a los 7 con 40 de fiebre y parálisis intestinal, me rajaron para sacarme un apéndice perfectamente sano y me mandaron para casa a las dos semanas sin saber qué había pasado y con una mononucleosis de regalo. Al tiempo salio tifus en un cultivo y lo dieron por bueno, pero chí lo sa.

A la tierna edad de 19 años, posiblemente espoleado por mi estrepitoso fracaso estudiantil (o por alguna juguetona que no me hiciera caso, que eran todas), comienzan mis penas. Nótese que un servidor, sin echarse flores, siempre anduvo en el margen derecho de la campana de Gauss en cuanto a inteligencia, de hecho mi paso por EGB, BUP y COU fue una fiesta (siempre que no hubiera que hacer trabajos y chuminadas, si no, pasaba las de Caín). Pero fue entrar en el Búnker (a.k.a. Escuela de Caminos) y se acabó el fuelle: aquí con ser espabilao no valía, y me cayó la del pulpo. Niveles de cortisol aumentando...

Y así fue, que acabando mi segundo año de primero, me empezaron a acosar fiebres de cuarenta sin foco, que respondían violentamente a los antipiréticos (bajadas sudando tres o cuatro camisetas, subidas con tiriteras que casi me tiraban de la cama), desparecían un par de semanas, y volvían a la carga. Un festival.

Durante esa primavera-verano me hicieron casi todas las pruebas que os podáis imaginar, litros y litros de sangre venosa (y en una horrible ocasión, arterial) en tubitos y botellitas, TAC, escaner, contrastes radiactivos, una biopsia hepática transyugular, ecografías abdominales e incluso un glorioso electromiograma en la pierna, que para el que no lo sepa consiste en que te pinchan el nervio en dos puntos y te dan calambres a ver qué tal rulas...

Y nada. Cero. No encontraron UNA cosa. Y un día de pasada le comenta mi progenitora al internista que me había visto un sarpullido en el pecho (que yo juraría que era de las botellas de agua caliente que me ponía para no tiritar tantísimo), y al tipo se le ocurrió Still. Fue empezar con los corticoides, y me "curé" como por ensalmo.

Para entonces pesaba 68 kg, y entre eso y los brazos asaetados de llevar ingresado un mes y pico, parecía mismamente un yonki. Fuck it, por fin mejoraba, así que, que le dieran a los efectos secundarios. Total, tenía 19 y era inmortal... (luego supe que mi progenitora no estaba nada convencida de mi inmortalidad, pobre, se pasó aquel verano segura de que me quedaba)

Fast Forward cerca de 20 años, en los que la enfermedad ha ido reapareciendo en brotes más o menos espaciados, pero siempre asociados a picos de estrés. De hecho, mi vida mejoró mucho cuando me fui de casa (que mi casa da para hilo aparte, sólo diré que el TDA es hereditario, y que si vivir con un TDA sin medicar es duro, ser uno, vivir con otros dos y ver como la única "normal" va cayendo en un pozo infinito de depresión...), y mejoró también cuando me empecé a medicar para el TDA (tratar de entender la realidad cuando sólo prestas atención, con suerte, a un 50% de lo que pasa, es MUY ESTRESANTE).

Tuve un par de episodios fascinantes con nuevos síntomas (eritema nodoso, que viene a ser un sarpullido en las piernas que redefine tu escala del dolor y te deja sin poder estar de pie, ni sentado, ni tumbado) y le colgaron nuevas etiquetas al "síndrome de Smiling Jack": sarcoidosis, poliarteritis... llegó un momento en el que casi no podía ver House sin que apareciera alguna de mis etiquetas.

A principios de año, tras mudarme y cambiar de médico (y tener un brote, claro), el nuevo propuso la idea de que no se tratara de un trastorno autoinmune, sino meramente autoinflamatorio, y que por qué no me hacía unas pruebas genéticas (que es casi lo único que me falta). Por desgracia el genetista me dio largas con que necesitaba los resultados de un análisis, yo mejoré (porque al final siempre mejoro con los cortis, los bajo y los dejo de tomar) y lo dejé pasar.

Y así llegamos al momento cuasi-presente, principios del verano, cuando me subo un día a la báscula y digo, jorobar, 97 kilazos, y 27% de grasa, mal asunto.
 
Buena exposición de tus dolencias, y magistral el resumen del inicio. Mucho ánimo Smiling, venceremos!

---------- Post added 26-sep-2016 at 09:00 ----------

Y no dejes de hacerte el test genético... míralo por la privada, lo mismo no es tan caro.
 
Segunda parte: Transformación

En efecto, han leído bien, caballeros. Por obra y gracia de los corticoides, y pese a varios intentos a la contra (CRAP-based, sobre todo, pero tuve uno basado en dieta cetogénica), los tratamientos intermitentes con corticoides me habían hecho engordar cerca de 30 KILOS, que ya os figuraréis que no eran precisamente de flamante músculo y densidad ósea, sino más bien de grasa visceral, huesos mediocres y musculatura justita para pasear toda esa lorza (que no es poca musculatura esa, ojo). Según mis cálculos, mi masa magra andaría por 70 kilos.

Me decido en principio por una cetogénica porque el año anterior me había ido bastante bien (12 kilos, todo grasa y agua), y sólo la corté por la mudanza (que es un motivo totalmente arbitrario, lo sé, pero así es la naturaleza humana).

Empiezo con buen pie, y por el camino descubro los hilos del azúcar, las grasas, etc. Descubro los estudios del Dr. Fung, y todo lo veo claro: hay que bajar los niveles de insulina para mejorar la sensibilidad. Hay que hacer ejercicio para mejorar la sensibilidad muscular a la insulina. Y hay que ayunar. Que yo ya llevaba casi un año saltándome el desayuno (bueno, tomaba un café solo), pero empiezo a plantearme ayunos más largos.

Los kilos van cayendo, mantengo la masa magra. Por supuesto hay episodios de flaqueza o directamente de ignorar el plan (vacaciones en un TI), pero los rebotes se recuperan e instauro la nueva costumbre de hacer 15 minutos al día de ejercicio (poca cosa,5 minutos de tábata de jumping-jacks, flexiones de pecho y sentadillas, curl de biceps y chin-ups back-to-back, y abdominales hipopresivos durante 6 minutos) que me sientan como el mismo Dios.

La energía por las nubes, el hambre ni está, ni se la espera, y los kilos siguen cayendo...

...y entonces se acabó el verano. Asunto relevante porque había encontrado mi momento para hacer ejercicio cuando volvía de trabajar al mediodía con la jornada de verano, y al acabar ésta, se me acabó el momento. Este, creo, fue el primer clavo del ataúd.

Con el comienzo del "curso" arrancan una serie de temas de trabajo que llevaban dormidos todo el verano, incluyendo viajes (que siempre son estresantes, aunque sólo sea por la separación de mi retoño y su progenitora, y lo pesaditas que se ponen), que incluyen cenas sociales de las que está feo escapar. Ahí tenemos el segundo y tercer clavo: más estrés, y una cena en Génova con más hidratos rápidos de los que había comido en todo el verano.

Y hay, creo, un cuarto, que ni me gusta a mí, ni os va a gustar a vosotros: hice un ayuno de tres días, y creo que eso ha tenido que ver en todo esto.

¿Por qué? Lo veremos en el próximo episodio.

---------- Post added 26-sep-2016 at 09:27 ----------

Capítulo 3: de la salud flamante al colapso, en una semana

Volví tocado de Génova. No le di más importancia, pensando que sería cansancio, y que ya me recuperaría el fin de semana. Y ante un malestar ligero pero molesto, me calcé un par de aspirinas.
Ese día tuve la primera tiritera. Que es la prueba de fuego: si estoy resfriado, o he cogido algún bicho, una aspirina o un paracetamol me apañan sin mucho aspaviento, pero cuando es de lo mío, a sudar y a tiritar.

Me resistía a creerlo. Estaba cansado de que los cortis me arreglaran la vida mientras me la estaban moliendo. Había perdido 14 kilos de grasa y ganado forma en los músculos de las extremidades, maldita la falta que me hacía ahora ponerme cushingoide.

Y vuelta a rebuscar en internet. Esperaba encontrar la manera de evitar los cortis por completo, pero eso no va a poder ser: tengo una vida y obligaciones, no puedo pasarme un mes postrado en la cama. Así que busqué la manera de al menos ayudar a los cortis (de modo que pueda tirar con menos) y paliar sus efectos más perniciosos.

Lo que encontré es que la cetosis puede ayudar, como puede hacerlo también una dieta antiinflamatoria. Al parecer el BHB es fuertemente anti-inflamatorio, y si mejoraba mi proporción omega 3- omega 6 mientras continuaba evitando harinas y azúcares, seguramente lograría mi objetivo.

Como efecto secundario, una cetosis profunda inhibiría la voracidad causada por los cortis, de modo que si bien acabaría con cara de luna llena y chepa de buey, por lo menos lo haría despacio y no engordaría demasiado.

Debo decir que, de momento, de hecho, he seguido perdiendo peso (no necesariamente grasa, lo sé, hay que considerar el efecto de la pérdida de masa ósea y muscular), y todavía no advierto hinchazón en la cara, cruzaré los dedos.

Estos días han estado llenos de quebranto y dudas. Algo hacía mal, porque estaba tomando cortis (cada vez más) y el brote no remitía ¿Sería la dieta? ¿Sería otra cosa?

Y por fin creo haber encontrado algunas respuestas:

1.- Mi problema puede desencadenarse por fatiga adrenal, lo cual explicaría que siempre vaya asociado a picos de estrés, y que remita con lo que no deja de ser terapia sustitutiva (sustituir el cortisol que ya no puedo producir por prednisona)

2.- Las personas con riesgo de fatiga adrenal NO DEBERÍAN AYUNAR, cosa que no es nueva, el Dr. Fung ya lo advierte, los procesos hormonales del ayuno incluyen la secreción aumentada de cortisol y adrenalina, algo poco conveniente para unas glándulas adrenales fatigadas

3.- Los corticoides deben tomarse respetando el ritmo circadiano del cuerpo, es decir, por la mañana, cuando el cortisol propio se ha segregado y lo más lejos posible del siguiente pulso adrenal. Eso lo estaba haciendo mal, me tomaba los cortis cuando ya no aguantaba más el malestar

4.- Al menos sé que no ha sido la dieta (sino romperla y/o los ayunos) lo que me ha descuajeringado, porque todos los estudios apuntan a que una dieta como la que estoy llevando es buena, no mala, para la fatiga adrenal: poco inflamatoria, rica en grasas buenas, y tendente a generar BHBs.

Y hasta aquí mi triste historia. Ya os iré contando cómo evoluciono, pero diré que por fin llevo más de 24 horas sin fiebre, y aunque ahora mismo me comería un caballo, creo que puedo aguantar.
 
Suerte con el jilo y tu salud, SJ, que aunque a mi no me afecte el tema, seguiré con interés el hilo ya que su lectura se hace bastante amena.
 
Volver