Aquí los principios del Movimiento Nacional que había jurado defender Juan Carlos, y Suárez, y Torcuato, y todos ellos:
El principio I establece la unidad nacional y el deber de todos los españoles de servir a la Patria.
El principio II declara el acatamiento de la Nación española a la Ley de Dios formulada por la Iglesia Católica, cuya doctrina inseparable de la conciencia nacional, inspirará las leyes.
El principio III señala la aspiración de España a la instauración de la justicia y la paz entre las naciones.
El principio IV otorga al Ejército el deber de defender la unidad, la integridad y la independencia de la Patria.
El principio V funda la comunidad nacional en el hombre y en la familia. Subordina el interés particular al bien común de la Nación, y pone a todos los españoles bajo el amparo de la Ley.
El principio VI sostiene que las entidades naturales de la vida social (la familia, el municipio y el sindicato) son las estructuras básicas de la comunidad nacional.
El principio VII instaura la Monarquía como forma política, con las notas de la tradición católica, social y representativa.
El principio VIII ordena la participación política a través de la familia, del municipio, del sindicato y demás entidades con representación orgánica que se reconozcan por ley.
El principio IX declara el derecho de los españoles a una justicia independiente, a los beneficios de la educación, a los beneficios de la seguridad social, y a una equitativa distribución de la renta nacional y las cargas fiscales.
El principio X reconoce el derecho al trabajo y a la propiedad privada. La iniciativa privada, fundamento de la actividad económica, deberá ser estimulada, encausada y, en su caso, suplida por la acción del Estado.
El principio XI declara que la empresa constituye una comunidad de intereses y una unidad de propósitos.
El principio XII declara que el Estado procurará perfeccionar la salud física y moral de los españoles y asegurarles unas condiciones dignas de trabajo, e impulsar el progreso económico de la Nación.
Los mismos principios rigen otras de las leyes fundamentales del Reino durante el franquismo. Tales principios no eran defendibles desde la reforma del catolicismo en el Concilio Vaticano II, que concuerda con la decisión del Papa Pablo VI de alejar a la Iglesia del Régimen, labor realizada aquí por el Cardenal Tarancón, (primado desde el 69, presidente de la conferencia Episcoipal desde el 71) un cura antifranquista que había llegado al poder eclesial apoyado por una mayoría de curas antifranquistas. En sus memorias, Tarancón recuerda que tenía la orden de excomunión de Franco en el bolsillo, aunque nunca se atrevió a tanto.
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Cuando Juan Carlos, Torcuato, Suárez y los demás pasan de su juramento de las leyes del Régimen al café para todos, no están siendo sino estadistas del Estado que les toca dirigir. Franco y los suyos habían cambiado estas leyes, o habían creado nuevas leyes sobre las anteriores. (Aquí la lista:
Leyes Fundamentales del Reino - Wikipedia, la enciclopedia libre). Tales principios rectores pertenecían ya a otro tiempo y ese otro tiempo ya no tenía su base católica. Ellos como súbditos las habían jurado, ahora como reyes del momento, podían hacer otras nuevas, como Franco había hecho otras nuevas en su tiempo o los anteriores habían hecho las suyas. También Franco había jurado defender la Constitución de la República.
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Aunque el Vaticano no había declarado oficialmente Cruzada al Alzamiento, sí lo hicieron la mayoría de sectores católicos en Europa, dado que el bando revolucionario tenía una fuerte esencia matacuras (pues pretendía sustituir al catolicismo como religión popular, e instituir la suya, como llevaban haciendo siglo y medio y aún hoy). El Papa Pío XII difundió el 16 de Abril el mensaje
Con inmenso gozo para felicitar al bando triunfador en nuestra guerra:
Con inmenso gozo nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la Católica España, para expresaros nuestra paterna congratulación por el don de la paz y de la victoria, con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probado en tantos y tan generosos sufrimientos...
A los pocos días Franco ofrece la victoria al Cristo de Lepanto, en una adornada ceremonia:
Señor acepta complacido el esfuerzo de este pueblo, siempre tuyo, que conmigo, por Tu Nombre, ha vencido con heroísmo al enemigo de la Verdad en este siglo. Señor Dios, en cuya mano está todo Derecho y todo Poder, préstame tu asistencia para conducir a este pueblo a la plena libertad del Imperio para gloria tuya y de Tu Iglesia. (...)
Estos datos están en:
Iglesia católica y Guerra Civil Española - Wikipedia, la enciclopedia libre
En el artículo se observa cómo el redactor intenta distanciar a la Iglesia del Alzamiento, pero lo cierto es que la Guerra Civil fue en gran parte una Cruzada Católica contra sus enemigos, como se enunció innumeras veces durante y después de la contienda.
30 años después las cosas han cambiado. Ya antes Juan XXIII recelaba del "caínismo del Régimen español" y su sucesor y discípulo, Pablo VI, le comenta a su hombre, Tarancón:
El Régimen franquista no tiene futuro. La Iglesia española, si quiere sobrevivir a Franco, deberá irse separando de él poco a poco, pero completamente
En este artículo se explica bien
Pablo VI: El Pontífice que enfureció a Franco | España | EL PAÍS
España era más que muy católica, lo era desde hacía quién sabe cuánto, era el país católico por excelencia y allá donde fuimos nuestra fe e iglesia era nuestro primer paso, nuestro primer regalo y nuestra primera huella (y quizás será la última), más que nuestro idioma, gastronomía, sistema judicial o de gobierno y todos esos asuntos menores. Teníamos fe verdadera, y el franquismo murió porque ya ni los curas creían en Dios, o al menos en el Dios de España. Y sin él, esto es un sinél. Pocos, de los defensores de Franco o de la España de siempre que hoy escriben, representan aquello por lo que daban su vida los viejos cruzados de España. Somos un país perdido de su esencia. Incluso los izquierdistas no tienen algo evidente a lo que linchar.