Hay colonias y colonias, a saber, las que por demografía indígena era imposible la colonización completa con naturales de la metrópoli y las otras que por no ser muy numerosos ni organizados acabaron con todos. Así tenemos a Australia y la India donde el fenómeno colonial británico se empleó de distinta manera, uno para replicarse al 100% incluída la excepción de la "raza" y la otra ordenando el país a su conveniencia sin interferir en aquellos asuntos fuera del interés meramente económico y geopolítico. Es curioso que la primera versión se llevara a cabo expulsando a los puritanos hacia América y a los indeseables a Australia. El sentido de Metrópoli era poderoso no solo por la extracción de riquezas sino como destino de lo que consideraron peor de su sociedad.
Por el contrario, España era celosa de enviar a las provincias la mejor réplica de sí misma, dándose casos -no diré uno en concreto que tengo en la cabeza por si meto la pata- que no se entendería hoy que se prohibiera la aventura americana a gente tan ilustre. El concepto "nuevo mundo" es muy más profundo que el descubrir un continente nuevo para el resto de continentes. Pero incluso aquí se dan dos versiones distintas. El puritano inglés busca la tierra prometida donde empezar desde cero su particular hégira bíblica. Ni se molestaron en discernir si aquellos indios participaban de la misma condición que ellos respecto a Dios. Su manera de entender el nuevo mundo debía superar ese obstáculo que suponía enfrentarse a monos con pretensiones... "El mejor indio, es el indio muerto". La condición mesiánica protestante había sido capaz de leer las Sagradas Escrituras "literalmente", como si Dios ordenara a cada uno la lucha secular contra los paganos del nuevo mundo a los que había que exterminar para que su palabra prevaleciera. Lo de predicar a todos los pueblos de la tierra lo entendieron como predicarse a sí mismos en todos los lugares de la tierra.
De aquellos lodos éstos barros. No solo hicieron "lo que había que hacer" sino que hoy se sienten orgullosos de haberlo hecho, negando de paso la humanidad de los que no son como ellos y justificando así su exterminio.
Dijo Doña Elvira también, que el día que los británicos asuman sin ocasión de réplica el origen de su orgullo y dominio, ese día la Leyenda Negra anticatólica y antiespañola recobrará su más potente significado, a saber, que la culpa es de Colón por haberles enseñado a navegar por aguas procelosas encontrándose de paso con gentes raras e irrecuperables para cualquier sentido religioso que los hiciera partícipes en igualdad de condiciones.
Todo este racismo desorejado, todo ese desprecio por los diferentes sin detenerse a considerar hasta qué punto lo son en lo que importa en cuanto a humanidad, tengan por seguro que alimenta al monstruo enrasador de las diferencias que los quiere a todos iguales-iguales, pensando del mismo modo y con la culpa extendida de sus pecados horribles a toda la humanidad, pero mientras exista España y los españoles tendremos el terrible honor de liderarlos todos.