Lo primero es desacralizar la conmemoración. Ésto ya lo han "casi" conseguido convirtiendo el rito cristiano en un ritual de mercaderes. Lo sorprendente es la prisa con que están llevando adelante la fase de sustitución.
Cristianismo>laicismo>luciferismo...
Uno, que es católico, podría comprender el deseo de los líderes laicos por "democratizar" una fiesta tradicional para hacerla universal con independencia de adscripciones religiosas, pero repara también en el hecho de tan pronta sustitución de una imaginería cristiana por otra luciferina con nexos de transición, casi encajados a la fuerza, de motivos circenses y carnavalescos tan burdos y traídos por los pelos como cabría pensar de un proyecto de ingeniería social perpetrado por malos e impacientes ingenieros.
Poco queda por hacer salvo que los padres y parientes católicos comprendan dos cosas:
1. Se nos está echando del espacio público.
2. Ha llegado la hora de pasar a la acción, entendiendo y aceptando que los poderes públicos no solamente no suponen un principio de igualdad de oportunidades, sino que pretenden "erradicar" de la vida pública todo vestigio católico por profano o costumbrista que sea.
Respecto al primer punto, debemos ser conscientes de que "su" intento por conseguirlo, no se detendrá en las expresiones religiosas de menor rango. Empiezan por ellas por resultarles más fácil el proceso de degradación y posterior sustitución. Si el "número" "les" importa tanto -ya que dicen ser demócratas de toda la vida-, habrá que salir a pasear nuestra condición antes de que el tedio, la desesperanza, la indiferencia y el ostracismo al que condena el correctismo político, consigan reducirnos a la más filtro insignificancia.
Respecto al segundo punto, ¿qué pasa si organizaciones de padres católicos colaboran en la celebración abierta de sus tradiciones sin injerencia alguna -salvo los permisos pertinentes...- de los poderes del estado?.
Pero eso no será viable, al menos a la larga, mientras los padres no asuman individualmente su condición católica de manera que no priven de contenido profundo a las acciones que planteen. De otro modo, unos niños "abandonados" a la "educación" televisiva, no comprenderán que se les segregue de las grandes manifestaciones promovidas por el estado.
No se puede estar en misa y repicando. O no se puede afirmar la catolicidad mientras se entrega la formación de los hijos en manos del "enemigo".
Viendo la velocidad con que se desarrollan los acontecimientos, mejor vayamos haciéndonos a la idea de que los "espacios de confort" (la convivencia intercultural que dicen algunos), están menguando sin que hagamos nada.