Al final es un impuesto que se cobra a las empresas, como el impuesto de sociedades.
Lo que pasa es que el impuesto de sociedades se cobra sobre los beneficios y las contribuciones se cobran sobre la masa salarial que paga la empresa.
Teniendo en cuenta que supone en torno a un treinta por ciento, en el caso de los asalariados con sueldos bajos, no es extraño que las empresas hagan virguerías para pagar menos a los empleados, ni que en España el paro esté por las nubes, puesto que la mano de obra está gravada con algo muy similar a un impuesto, por unos importes bestiales.
Lo razonable sería trasladar una parte importante de esa carga que pesa sobre la masa salarial al impuesto de sociedades, que grava los beneficios, para que el empleo dejase de estar penalizado.
Pero como esto es España, seguiremos haciendo las cosas al revés: a la administración le resulta más fácil gravar la mano de obra que los beneficios, los empresarios se ahorran un pastizal tremebundo si recurren a la mano de obra en B, los trabajadores en B no pagan impuestos, las deudas patronales a la seguridad social no se cobran nunca, si alguien menciona que un treinta por ciento del salario en contribución a la SS es una burrada siempre se le puede responder que se aguante el empresario...
En fin, el hijoputismo patrio en su más depurada manifestación.