El único consuelo que le podría quedar, amigo Cacaceitero, sería que el nuevo hiciera un trabajo de cosa y que la empresa volviera arrastrándose a usted, con lo que podría negociar. Pero no caerá esa breva: en España da igual cómo hagas el trabajo, con tal de que salga, mejor o peor, la calidad del producto o del servicio les importa tres narices.
El mercado laboral en este país está virtualmente destruido. No hay futuro. O monta uno su propio negocio, y que sea exitoso, o le toca la lotería. No queda otra. Los buenos trabajos y las buenas empresas son escasos y están muy cotizados.
No hay futuro. Pero no sólo en España. En todo occidente, con la inmi gración masiva, con la pérdida de derechos laborales y con el globalismo brutal (sólo para grandes empresas y capitales) y con los bobiernos al servicio del empresario, en vez de manteniéndolo a raya, estamos jodidísimos.
Con los fascistas y los nazis, al menos, las empresas estaban sujetas al interés de la nación, tenían que dedicar sus beneficios a las inversiones que se les ordenaran, tenían que pagar unos sueldos determinados y tenían restricciones en lo que podían hacer en el plano internacional; con esto de la memocracia, que iba ser tan maravilloso, es la nación la que está sujeta a los intereses de las empresas. Y lo demuestran con cada legislatura y con cada puerta giratoria que se mueve.